Cabeza de mujer

Siento impotencia habitualmente cuando dialogo con una cabeza de mujer. Pido una lima para moldear un trato que no tengo. Asumo mi responsabilidad al tiempo que guardo información y pocas veces pido perdón; no me sale rápido, pido disculpas. Presumo que armaré una colección de muchos ejemplares titulada “Fe de erratas”, o cuándo no “Tratado de los errores groseros”. Creo que una equivocación es la viva imagen de una persona desnuda que no hace más que quedar en evidencia, porque no buscó el material del conocimiento o, menos culposo, por falta de medios. En las extrañas sinapsis femeninas, laberínticas y sin salida en muchas conversaciones, me pierdo con frecuencia. Sé que existe un patrón, quiero creer que hay un mapa, un calzador, un bisturí para operar mejor en conjunto. No soporto los llantos, me duelen en el corazón, mas me retumban en la razón. Asisto, me agacho, colaboro, pero dudo que sea la solución. No adhiero al tubo de ensayo lleno de lágrimas. Tengo ciertas reservas para ese método de siempre ir. Me parece que no sé cómo es que se hace, infiero que me seguiré perdiendo en este camino. Al menos ya sé algo. Insisto en que no es la salida el pañuelo con un vaso de resignación, voy a atacar el problema de raíz, voy a dejar todo para toparme con nuestra perdiz.

0 comentarios: