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Otoño


Otra vez otoño entre nosotros. De nuevo el calendario le agita un pañuelo al verano y algunos colores bajan dos tonos. Las hojas se dejan llevar por una fuerza de gravedad cualquiera o un viento sin mayor investidura. Hay que ir haciendo fuego o al menos cortando madera para leña y contemplar luces con chispa en algunos días. Y también habrá lugar para noches más frías, tiempos de calentar rincones de estar. Queda espacio para ir aprovisionando el espíritu del invierno, que se vuelve a presentar con visitas cortas, quizás con bebidas de calor. La vuelta a casa apura el paso, mientras abriga su cansancio con lana de distintas formas. Uno sale menos pero con más ropa cuando el sol llega más tarde y se va más temprano. Las calles, más solitarias, invitan a pasear. No es solo con suelo el tema del amor, también se puede intentar un escalón nuevo en tu repertorio seductor. Movimiento para ganar calor y, con el más intenso azul en el cielo, los días del año se empiezan a llenar de tareas. Otro otoño con nosotros solos, o no.    

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Espiral de laberintos

Hay silencios para llorar: sentimos lágrimas de almohada cayendo como en un tobogán, cuando vemos una luz baja seductora para lagrimear y no podemos llegar a penales ante una formación, casi lujosa, con que se presenta la tristeza a jugar de visitante. Mucho llanto en llanta de sueños felices. Hay noches en que lloro dormido. Las veces que charlo con la madrugada le pregunto cosas importantes y me responde que casi todo se define de día. Es una ruleta de preguntas que gira en un espiral de laberintos y no para, ni te deja descansar mientras dormís. En realidad, dormitamos irrealidades salpicadas con imágenes cotidianas sin tiempo y despojadas de espacio; algo así como una fragmentación incoherente de recuerdos, certezas y añoranzas. Son andanzas de cama sin movimiento, un delivery de incomodidad en tu taller de siestas. Pesadumbre de penas, sábanas sucias. Buscás una caricia tibia y no hay frazada. La mesa no da luz, el velador es de cera, no hay fuego. La heladera se mudó a tu cuarto pero no trajo comida. En esas noches que no pegamos un ojo, procuremos dormir al otro para quedar medio cansados y no tan desprevenidos para el mañana; es el guiño que propongo, para tratar de levantar algo. Si te sorprende esa luz mala, espero tengas una linterna de emergencia contra angustias noctámbulas. Que tengas buenas noches.