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La realidad

La vida es a veces injusta o, al menos, pensamos que lo es con nosotros. Pero también se disfruta. Además uno puede dirigir su norte en cualquier dirección siempre que se lo proponga y lo desee realmente. Entre lo real y lo que nos pasa hay un mundo y hasta vive gente, en serio. En el medio de lo que decimos, sentimos, ocultamos, mentimos o mejoramos, vive un terapeuta; después, unos metros más adelante, viene la realidad. Claro, porque muchas veces la corremos de atrás. La realidad puede ser un fórmula 1 con mil marchas imposible de alcanzar, o un delantero escurridizo al que le miramos el número y a veces le afanamos la pelota, o un novio idealizado con aspecto de príncipe y buzo azul, pero que toma, apuesta y, en ocasiones, hasta miente. Hay tantas realidades como lupas que las miran. Está la cruda realidad, una más a punto, otra cocida, jugosa, pasada. En fin, cada uno juega al Monopoly lo mejor que puede. Pero si no nos animamos a increpar a la realidad, a mirarla de frente y ponerla en su lugar, seremos unos mediocres conformistas. Así lo veo hoy, cuando son casi las 3 y monedas de la madrugada y escucho que ladran unos perros a lo lejos. Se vienen las 4 y el viernes, todos le sonríen. Otra vez la realidad se viste de despertador, es así. Pero mire… para encontrar hay que buscar, para buscar hay que moverse, para andar hay que estar sano, para ser saludable hay que morfar bien, para cocinar hay que tener con qué, por eso hay que ir a laburar, dormir bien, soñar mejor y así. La búsqueda no es sencilla, no. El camino tiene atajos inmorales, psicotrópicos, espejismos, chantas, derrotas, caídas, muerte y demás sinsabores. Pero cuidado, si usted es buen explorador, o una buena cazadora, dótese de una cantimplora con mucha voluntad, elija bien la ropa, cargue a la familia en el asiento de atrás, pare en el camino donde encuentre amigos, escuche buena música y aliméntese con grandes porciones de arte. Es larga la ruta como vemos, mas después de mucho andar, uno se asocia con la realidad, toma café y un buen día, la muy zorra, finalmente, le presenta a la felicidad, que es como su abuela, y te sopla la receta de la plenitud. Es cosa de animársele a la realidad, no? Dos cosas son seguras: una, no es fácil; la otra, todos podemos. Hable con su confianza, verá que con ella le irá mejor. ¡Tomemos el riesgo del error! Y bien, aquí se termina mi ayuda con su realidad puesto que tengo que ir por la mía.