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Casino

En el casino de los sueños hay banca para romper records y somos punto cuando tropieza la fe. La ruleta de los deseos se calza un saco de paño verde esperanzador, casi ecológico. La lógica dice que el juego es adrenalina prendida fuego y las horas se queman sin que uno lo note. Las alfombras son casi reales y no por eso dejan de ser ciertas. La corona les cae a unos pocos y las docenas no envuelven la valentía. Las calles son un desafío, nunca un peligro; bueno, tal vez. No hay avenidas pero la velocidad en la mirada es satélite de una bola que luce y seduce. Hay de todo, malos tragos y los mejores; la derrota es bancarrota y ganar, una bendición falsa y vacía, pero fascinante. El dulce es más dulce en la amargura, las cosas gratas también. Gracias a los empleados, salud a los vasos. La música la ponen las fichas que se barren y el sonido de los tragamonedas. No va más esta imagen, hagan juego pues hay suerte esperando.

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Horizonte vertical

Separo los mejores versos de las músicas equivocadas para hacer los más lindos temas sin tiempo. Hoy el horizonte está tan vertical como los sueños que siempre se retiran sin recados ni dejar pistas para la memoria, o rutas para el corazón. En el infinito e inalcanzable lugar en el que viven las ideas, sólo me quedo de a ratos y cuando el mundo no tiene atractivos. Lo mismo hago ante el avance del tedio, la opresión y la censura. Los vehículos de cultura parecen de paro, sufren el desamparo de las certezas para vivir con decencia la excelencia de la espontaneidad. Tantos planes que murieron en un cajón, tantos anhelos que despertaron celos y nunca tuvieron vida. Mucha bebida para vivir mejor. Amigos que dibujaron huellas de codo en barras de bar y hoy extrañamos; también sus risas, sus brindis e historias. Pero todo vuelve, todo vuelve… y ellos también.

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Un año menos

Uno puede estar muy lejos y sentirse muy cerca. Uno puede a veces y otras se cae. Cada uno está preso en la vida según su historia. Cada quien va como le enseñaron o aprendió. Yo no sé bien cómo voy a hacer, aún cuando me hayas explicado tan bien, para construir mi vida así solo. Son esas enseñanzas que uno preferiría no usar. Si sé que la única manera de hablar es de madrugada y para escuchar hace falta el silencio de las noches. No así para verte, porque cada vez que me de una vuelta por la casa de mi abuela, tire una pared con mi hermano, vaya a ver a San Lorenzo o lo escuche por radio, mire una foto de Ardillas, vaya a comer a Atalaya, pase por Pinamar o vuelva al colegio… ahí vas a estar esperándome contento y orgulloso, como siempre. Sólo nos separa la distancia al cielo. No tengo tan claro cómo le voy a contar a tus nietos lo mucho que te extraño y por qué a veces uno puede sentirse solo, aún cuando no lo esté. Y llorar recuerdos es algo que no sabe uno cuando pasará, pero pasa. Hoy sé también que falta un año menos para darte otro abrazo y entonces no le temo tanto a la muerte. En la suerte de cada día yo te pido ayuda con la mía, mientras siempre suena en el tablón de mi memoria ese cantito agridulce: “Ooooh, no te vayas campeoooon… oooooh, quiero verte otra vez”.

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Plaza infeliz

En la plaza La Tristeza el ánimo siempre va para abajo porque sólo juega al tobogán; los miedos en el subibaja son una calamidad, nunca sabemos donde van a estacionar; la calesita, esa perinola de la suerte, no hace más que marear las ideas para nunca dejarnos agarrar la sortija. El arenero es de arenas movedizas y nos atrapa sin piedad, lo mismo que la jaula de sogas que parece cárcel para la libertad. El señor que vende globos sólo tiene monstruos feos, el payaso se pintó una lágrima y de noche no hace más que tomar. La actualidad le puso rejas a la diversión. Pasear solo es sentirse rechazado, no encajar o jactarse de falencias en tercera persona. A los chicos les gusta que los miren jugar, no sé si por protección o simple protagonismo de sentirse importantes. Nada más desolador que un partido de fútbol sin público, siempre nos gusta tener hinchas, creo. En todo sentido y más cuando la dirección lleva al triunfo. Si los resultados no se dan, la afición se deja estar, deja de estar. Muchas cosas y personas dejan de ser, o al menos en apariencia. Si el físico ya no va más, apelamos a lo espiritual. Yo tuve un fanático incondicional. Cumplí años sin beso al despertar… me voy a la plaza.

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Perfume de honor

En una esquina: flores, paz, momentos, diálogo, sol, mañanas, música, cine, sorpresas… armonía. En el lado opuesto, quizás de un cuadrilátero: gritos, desencuentros, nubes, silencios, barro, egoísmos, reproches, peleas, distancia… caos. Existe un equilibrio, no nos presentaron. El “toma y daca” no siempre es una relación matemática de doble entrada y, a veces, uno sale cuando el otro también, chocan. Si la contabilidad la aplicamos al recuento de errores ajenos difícilmente podamos ver los propios. El re cuento es el de creernos que la culpa es de otro y mentirle a la verdad. Cuando nos engañamos solos y porque sí es cuando no aceptamos la realidad. Aguantarse las consecuencias es la secuencia para los que usan pantalones largos o faldas muy cortas. Al taparnos los ojos, seguramente vamos a sentir soledad; tranquilidad, sólo cuando la película sea un drama y entonces vale. Estemos atentos a la oportunidad y miremos bien los errores, pues no se es malo por equivocarse sino por hacer maldades. Prueba y hedor… huele mal la cosa cada vez más. Verdad, consecuencia: si peleamos, tenemos honor. Y con él vuelven las flores, la paz, las medallas, el sol, los recuerdos, tus fotos, los sueños, las esperanzas y las personas que queremos.