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Viaje

Si es cierto que todos los caminos conducen a Roma, presiento que a la vuelta se llega al amor. Pero el regreso casi siempre es durmiente así que puede que haya sido un sueño. La pesadilla es el tropiezo del descanso que atraviesa descalzo un montón de vidrios. La ventana del colectivo es un televisor de paisajes pasajeros que nunca viajan, que siempre miramos. La vista se ve en pequeños monitores, mientras los padres vigilan que los chicos no maltraten la máquina de café. Algunos ansiosos no dejan de revisar los carteles verdes en todo momento, otros siguen con el asiento atrás (de la ilusión). A fin de cuentas, todos guardan las mejores intenciones en el equipaje. Sigue el viaje. Hay un destino seguro para todo pasaje, el futuro. Esperan las llegadas, desesperan las salidas. ¿Por qué se harán tan lentas las idas? En el mismo interno van los que vienen y vuelven los que se van. Los diarios distraen a varios, o bien guardan los recuerdos del resto. Ya quedaron atrás las despedidas. Sigue la vida. Faltan kilómetros para llegar a la felicidad.

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Ayer es viejo

No faltará mucho tiempo para que empiecen a vender el amor congelado, te enchufen un programa mejor que los del fin de semana, los amigos vivan a media cuadra de un clic, los chicos para invitar a una chica tengan menos chispa que el magiclic, los carteros den paso a los mails de amor, las cartas se vean en una sala virtual, que uno ya no sepa qué es lo actual, que el teléfono móvil estacione el auto, digan que el Twitter es más divertido que Tweety, SMS sea la nueva señal para pedir auxilio, las lágrimas mueran en pañuelos de papel, que ya nadie llame a alguien a su casa, que el que se acuerda los teléfonos de sus amigos es un loco que no usa un chip, que los 3D ya no se coman y pasen películas en todas las casas, que ya no sepamos si hablamos con alguien, le mandamos un mail, chateamos o le escribimos con el teléfono, que en la playa también suenen esos aparatos y se postergue la tranquilidad. Las canas son medallas al mérito y las arrugas los caminos del pretérito; la vejez, será un premio o el último desafío. Volver, revolver, revólver… lo que mata es el ruido, lo que asusta es el olor. El futuro de hace un par de siglos era tanto más atractivo que el actual. Mientras, en la tira semanal buscamos dejar de ser el sujeto tácito de nuestras vidas. Los capítulos de lo que somos son diarios y decisivos, a nadie le avisan aquello de “el final está cerca”.

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Día de estudio

La idea que persigo pero pocas veces alcanzo es la de moldear la grieta del sistema. Me hago cargo de ciertos síntomas para alcanzar mi propósito; coqueteo con el precio de hacer más de lo que debería, de subirme a los excesos en busca de una vida mejor, arriesgando el presente en pos del futuro. Voy a escupir los métodos tradicionales, voy a esculpir mi felicidad. Tendremos que reír pero vamos a llorar; para saber que a fuerza de lágrimas y las otras gotas gordas se consiguen los resultados. Hay divas y vidas. Se puede querer ser Susana, se puede soñar con Susanita; se puede vivir sin guita. La aventura es ahora, dura lo que el trazado del desafío que uno elija. Y cuando no se pueda optar, será momento de esperar agazapado. El que mira de costado, está al costado: uno menos. Los buenos ganan por eso, hacen las cosas bien. Seré breve, seré dos veces bueno… Sin excepciones, no hay reglas; sin reglas, las cosas se tuercen. El apoyo es el de siempre. No hay como los amigos de la infancia; no se consiguen otros así en el tiempo; infancia hay una sola. El norte puede ir en cualquier dirección pero siempre es el mismo: encontrar un sastre para el desastre de tu corazón. No todos los trabajos dignifican, muchos de los que trabajan no son dignos. La literatura siempre usó el transporte público y en el viaje hacia los sueños, que no son más que el postre del dolor, seguiré buscando el horizonte con la misma fórmula: escupir los métodos tradicionales para esculpir mi felicidad.

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me tocó eza

Para nada disfruté del broche de la noche de ayer;
se te cayó del pelo y ni cuenta te diste.
Yo también perdí algo sin saberlo,
pero no sé qué fue ni por qué me dejó tan así (de mal).
No quiero ruidos, escuchar alguna voz, saber de alguien
y mucho menos de vos. No, hoy no.
Hoy no valen segundas partes; me guardo todo mi ego para mí,
no te puedo convidar ni un poco.
Es como que cargo con un peso,
tal vez esté algo loco, que me obliga a “viajar” muy cerca del suelo.
Huelo a lo que me volcaron anoche encima: melancolía.

Ya es de día y no me interesa mostrarme en esta versión tan frágil;
de ser muy ágil pasé a arrastrarme… Ahora voy reptando.
Hoy es mejor dar ausente.
Sí, por la gente, pero más aún por el presente que me toca.
La espalda que me dio mi alma me defrauda.
Hoy no siento tu aliento, no quiero; me lleva el desaliento,
así que por ahí te miento (pero no soy yo, es él).

No me pienso oponer. ¿Hoy pienso?
En realidad no sé qué pensar o en qué. ¿En quién… será?
Hoy apenas puedo pasear con Soledad.
Pero no, ni eso… Me refugio en mi guarida, pues fui elegido.
Y lo acepto. Aunque… ¿quién me “regaló” su compañía?
Igual hoy la quiero.
Pido que me dejen estar solo con ella,
con mi tristeza.

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Pirotecnia

Son las ideas calientes que te queman la cabeza, un incendio patagónico-cerebral. Se busca el fogón para distender las llamas, el baldazo de agua fría no cae como tal, no significa un mal. El fuego sagrado se impone en el momento límite y, en la línea divisoria de la distancia, la lejanía muestra las cosas mejor. Es el color del horizonte que avecina el clima por venir. El souvenir es un trofeo turista, un testamento para la memoria, un dejá vu, un golpe de vista. El GPS del impulso se sigue sin inventar, sería lo insulso de la realidad, el fin de las emociones. La acidez de los temas es un brasero pectoral, la impaciencia del error como una caldera fatal. Una fuga, un escape, la liberación interna es la posta de su opuesto: la manifestación externa. El lenguaje corporal no basta, los indicios camuflados mueren sin combate, es momento del debate. Es un problema el egoísmo de los problemas. El reclamo ajeno llega si no se pide ayuda, por raro que suene. La alarma puede callar el resto de los gritos y, aún así, se puede permanecer sordo al entorno. Nada se soluciona con partir, todo desaparece al compartir. Cuesta agarrar el compás del diálogo, la comodidad es una cosa muy personal, singular. La costumbre es la lógica de lo habitual y torcerla es un desafío a la historia. Será cuestión de ser el artífice de la fogata, anticiparse a la explosión, tomar al fuego por las astas. El pirómano conoce el tiempo. Hacer al revés despierta al estrés, el cambio es miedo, es la inseguridad del desconocimiento. No miento: me dijeron que la bomba se desactiva al comunicar. Ruego que me enseñen a hablar.