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Prólogo

La presente obra no es otra cosa que un cúmulo de estados de ánimo que a lo largo y ancho del tiempo, pasada la curva de los dieciocho, pasaron por mi cabeza y demás partes del cuerpo. Silencios de tinta es una década (meses más, meses menos y algunos más o menos) de juventud vivida sanamente en la que fui anfitrión de muchas sensaciones, experiencias, alegrías, tristezas, desencuentros, hallazgos, pérdidas, descubrimientos, encubrimientos… momentos.

En las sucesivas páginas se dejan ver lugares, personas, animales y hasta fotos que, despojadas de nombres propios, son parte de cualquier vida. La mía en particular, callada para varias cuestiones y, en consecuencia, plasmada en notas, cartas y todo tipo de forma escrita. Cualquier pedazo de papel, no importa la hora que sea ni el lugar en que se esté, sirve para guardar un pensamiento o sentimiento. Darlo a conocer o no, luego, queda a criterio (o a la ausencia del mismo) de quien escribe.

En eso radica mi desafío pues, en mostrar lo que a veces guardé. Con los riesgos y miedos que supone, esa es mi apuesta con este libro. No sé qué puedo llegar a movilizar desde estas hojas pero estoy convencido que varias de las cosas que aquí se sirven, son material útil para que los padres interpreten a sus hijos, las novias entiendan a sus novios y las mujeres descifren un poco a los hombres. O tal vez no. Son llamativas las interpretaciones que he ido recogiendo a propósito de mis escritos y, en varias ocasiones, muy distantes del fin perseguido.

Alcanzar el fin que uno se trazó es grato y, nunca se sabe, puede mutar a medio de un día a otro; pero, bueno, de momento eso es una presunción. Los trampolines de la vida aparecen en los sitios menos premeditados y, para alguien que confunde el destino con la casualidad, las oportunidades tocan el timbre sin avisar.

Hecha la presentación, hago silencio y los dejo con la tinta.