Tristeza
y alegría son como los semáforos: nunca están bien sincronizadas. La tristeza
adelgaza. El dolor no pasa, sentís que el futuro te estafa. Los miedos te
justifican, el fin te asfixia. Te quedas en casa. La bronca se amasa, todos los
caminos conducen al piso. Roma es amor al revés. Se rompe una taza y el estrés
amenaza. El destino es un bufón, la vida te debe un montón. Todo pasa por tu
cabeza, nada sale de tu boca. La realidad dio un giro con tu corazón en
descubierto. Tener o no tener, a veces es la cuestión. No tenemos el mejor
perro, pero lo cuidamos como tal. No es la familia más coherente y se quieren
al máximo igual. Tu novia no es la más linda, sólo es la mejor para vos. Es el
sentido de pertenencia el salto de compatibilidad y esa idealización de la
perfección con el talle que mejor nos queda. La noche triste no es cuestión de
moneda. La música de antes es muy de noche triste. Son madrugadas que llegan de
repente y te agarran con la guardia baja. La noche, si triste, dos veces mala.
En la noche triste no tiene gracia ese chiste. A veces pasa la culpa a saludar.
En la noche triste siempre pesa algo que hiciste. Algunas, el orgullo toma
mucho y a los significados se les alteran los sentidos. En la noche triste ves
algo que antes no viste. Es de emociones sin direcciones, se queda en casa la
noche triste. Y hoy la noche triste es un quiste maligno. Y esta noche de hoy,
vomita su conclusión triste: la gente que más rescato naufraga.
Tinta Digital se muda
Hace 11 años
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