El juego de la vida

En días de compartir menos mesas, descansan las sillas de los invitados. El solitario corre la suerte del tatuaje y en el viaje son cada vez más. La ecuación se invirtió y ahora somos menos los que mantenemos el invicto en la piel. Pero nadie se salva del buraco en el alma, por supuesto. En esta carrera demente, de nunca frenar, sumaste mil millas con la tarjeta pero ninguna experiencia para contar una buena historia. Problemas con damas, sí, claro. Pero al final siempre se sabe quién es quién: el rey sin batallas ganadas, la que no tiene para ser reina pero se encapricha como tal, el peón que llegó al final del tablero; todos tenemos algunos turnos y roles por jugar. Hoy nada es tabú y los temas de la agenda pueden ser fruto de una operación; es el ajedrez del poder, los medios y el fin de los que no tienen más vidas. Tu jefe no juega bien al memotest y asocia mal tu nombre con tu cara, es lo de menos. Alguna vez cumplimos los objetivos en el TEG laboral, nos dan un bono y cambiamos el teléfono para chatear con alguien; te divierte el Pictionary con los dibujitos para mandar mensajes, sos tan ocurrente. Pero sucede que también somos recurrentes. Y bueno… nunca nos preocupamos por leer el reglamento entero a decir verdad. En todo caso, es bueno saber que en algún momento siempre nos van a hundir la flota, es así. Tan real como que el estanciero quiere irse a la ciudad, cansado del pueblo, y los barrios ya son tierra de nadie, con todos adentro. Seguiremos mezclando los tantos en el tutti frutti de vivir, sabiendo que las letras son del Scrabble pero también de las canciones, para avanzar casilleros con música. Y aunque no me crean, algunos lograron amigarse con el querido lunes. En definitiva, somos la obra que pudimos en la gran subasta del destino. Pero como nadie tiene el monopolio del futuro, podemos tirar los dados una vez más. 


1 comentarios:

Anónimo dijo...

Tirar los dados de nuevo y jugar de eso se trata de saber jugar, a pesar de los fracasos, a pesar mismo de los triunfos