El mundo no
nos sale redondo, pero es así. Hoy es viernes y vos tan lunes. Bailando al
compás de estrofas que tropiezan y pierden el equilibrio, con versos que ni
siquiera riman con nuestro presente. Y te quedás mirando un monitor toda la
noche, o esperando un chat con el vaso medio vacío y se te dibuja un emoticón
triste en la cara. A veces somos así; no, perdón, estamos así. Una pelea te
afea, también la edad de la soledad, el sarcasmo de un orgasmo, cosas poco
dichosas o nuca dichas. No somos nuestros dueños mientras posterguemos los
sueños, menuda ecuación. Tenés flor de trabajo y ningún momento para respirar
un jazmín. La perversa rutina de oficina, ningún Rutini para descorchar ni una
ruta para escapar. Ay, tampoco tenés un plan, pero sos devoto de la queja.
Moraleja: te fijás en los demás y no hacés tu juego. Estás paveando con fuego.
La idea esa que se te ocurrió se marchitó 3 otoños, demasiado tiempo. Demasiado
a destiempo para la autorrealización. Mucho ajeno y poco propio, el opio de
esperar y no generar. Es el temor, socio del conformismo, tío de la
mediocridad. La lista de propósitos que pusiste con resaltador en la solapa de
tu agenda es la prueba del delito de dejarse estar. En la quietud hay poca
virtud. Salvo que estés tomando aire para salvarte de una ráfaga de penas, por
ejemplo. De nuevo quedaste preso de la red social y evitaste a la sociedad de
carne y hueso. Por eso, a veces hay que ir más allá, entre tantos miedos y
arrobas. Para mí, en sus tópicas, Freud olvidó poner a ella. Y el yo no siempre
es tan súper. El colchón de una plaza no tiene tobogán, parece una estancia
inundada por la seca y ahí seguís tratando de sacar un tema con la armónica. Aun
desnutridos, culposos o estancados, los viernes riman bien oportunidad con
amistad.
Tinta Digital se muda
Hace 11 años
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