Tomar distancia

Este puede ser el plan de cualquiera, es así de simple y complejo a la vez. Cachetada y agotamiento, de pronto te hacen reaccionar. Te invito a tomar distancia, te desafío a “atrasar” un par de siglos. Para llegar a este lugar es necesario ir más allá de semáforos, prejuicios, miedos y peajes. La ruta se empieza como a romper o mejorar (son puntos de vista) y el asfalto se hace ripio y la piedra cambia a tierra en cuestión de cuadras. Son metros y metros de naturaleza. El barro es una certeza, pero sirve para valorar el destino final. Aquí las visitas no están prohibidas, la gente es bien recibida. En las contradicciones del “progreso”, hay que saber en mucho por dónde se corta el mazo. Por mis pagos la china sólo saca productos de panadería o exalta los colores de la huerta. Los pergaminos con dibujos antiguos muestran algunos caminos para huirle a la prisión del ruido. Acá se acoge con gusto a la lluvia, es amiga. La comida es más rica, simplemente porque hay tiempo para saborearla. Sentarte a conversar con la tranquilidad, es cosa de todos los días, es un lujo que te podés dar. Pude ver acciones más nobles, alcancé a escuchar ruidos nuevos y mejoré la dieta del volumen, bajando kilos en decibeles. Mi casa está hecha de paneles, pero el revoque es una mezcla de amor propio y superación. Las tardes convidan chorizo de campo y queso, los perros te llevan a la puesta del sol, la noche siempre invita al fuego y la música es especialidad de los pájaros. Alguien ordenó bien las cosas desde el vamos. Acá nos quedamos, a esto vinimos. Te escribo esta participación de resignación para recordarte que todavía se puede tomar distancia.

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