Ya no saco
fotos al amanecer, ya no tomo mate al atardecer, ya no tengo ganas de rimar con
ser. Ya no tengo galería, ya no corto el pasto con alegría. Ya no estribo la
felicidad, ya no sé cómo es la verdad. Ya mis caminatas son a dos pies y les
faltan un montón de patas; ya no son gratas. Ya no siento el corazón, ya no le
creo a la razón. Ya no lleno baldes de avena, ya se rompió mi reloj de arena.
Ya no cuento con mi futuro, ya ni sé qué entender por “maduro”. Ya no riego
tus almácigos, ya no tengo momentos mágicos. Ya no encuentro el mapa de mañana,
ya no huelo lo que el jardín emana. Ya no cuento tantas estrellas, ya no puedo
seguir tus huellas. Ya no tuesto para salvar pan, ya no tengo una vida con
plan. Ya no puedo con tanta pena, ya no me acuerdo nuestra última cena. Ya no
me despierto con pájaros, ya no veo temblar tus párpados. Ya no me acompaña tu
complicidad, ya no lo creo a la verdad. Ya no me levanto rápido de la mesa, ya no
prendo el fuego, ni tengo mesa. Ya no disfruto almuerzos al sol, ya no tengo
fuerza para gritar un gol. Ya no trabajo con mis defectos, ya no imagino
recuerdos perfectos. Ya no viajo como un loco, ya me queda poco. Ya no preparo
sorpresas, ya no tenés que sufrir mis rarezas. Ya no tengo lo que quería, ya no
me cambia el nombre del día. Ya no voy a ser el mismo, ya no hago pie en este abismo. Ya no sé cómo viene la mano, yo no creo que todo haya sido en vano. Son
demasiados “ya no” y yo tan poco.
Tinta Digital se muda
Hace 11 años