Mudanza

Mudarse es resucitar. Uno muere en un lugar y nace en otro, mejor o peor; no hay error. Cajas, bolsas, canastos, fotos, recuerdos, hallazgos, reciclajes, olvidos… Todo se mueve otra vez. Mudarse es recordar e imaginar en el mismo acto. Algunas cosas se tiran o donan: empiezan a ser nuevas para otro que las valora mejor a hoy. Alguien se compra algo que no tenía y piensa que necesita, aunque no sea cierto. También se pierden olores y personas. Vecinos por conocer, amigos por encontrar, caminos que se vuelven a asimilar y generan vueltas novedosas. Es lindo renovar los negocios del barrio, además de las calles, claro. La parada de diarios y el bar para desayunar son prioridad en mi lista. Una parrilla, un chino, un kiosco, la farmacia. Cada uno se arma el recorrido a su gusto. Una plaza para llevar al perro, quizás una bicicletería. Los gustos dibujan el mapa, las sorpresas también juegan. En el ritual de comprar el diario, es imposible perder de vista la panadería, no puede faltar. Yo buscaré también una iglesia o capilla, un colegio y la veterinaria. A fin de cuentas el barrio es la extensión de tu casa. Quizás con un imán no me haga falta saber dónde queda la pizzería, pero alguna habrá. Algún tano familiero procurará encontrar una fábrica de pastas frescas, vale. Mudarse es mucho más de lo que uno se imagina cuando lo imagina.