Porrazo y golpe

En ocasiones uno cree contar con determinadas enseñanzas pero desconfía de haberlas aprendido bien; una suerte de inseguridad que subyace la materia gris, algo más sentido que razonado. Aunque de pronto, a puro golpe y porrazo, una piña le da justo a la neurona del orden y todo parece clarificarse. El golpe, el porrazo, casi un porrón, más que un porro… ¿Qué pasó? ¿Dónde estoy? ¿Fue la piña? Estoy en un planeta en el que España nunca salió campeón mundial ni lo hará. Acá se festeja el día de la abuela los 365 días del año. En este lugar nadie se toma vacaciones, es un frenesí de preocupaciones que no descansan el cuerpo y enferman los sentimientos. Hoy me disfrazo de piedra. Pero no cualquier piedra, una angular, una que sostiene todo. Nadie gusta de manejar pero los autos destruyen los cuentakilómetros… Este mundo siembra disgustos y desayuna gastos uno tras otro (hay poca crema). ¿Fue el porrazo? Sigo cayendo… no sé si es un pozo o la realidad con exceso de profundidad. El vacío de propósitos es como una carnicería para el alma. En esta locura, la política familiar es achicar la familia política a la mínima expresión. ¿El suicidio es una forma de despedida? Dame un porrón. Los saludos anticipados son una señal. Este país es una invitación permanente, un despilfarro sin farra, ni faro y sin faroles de cerveza. Entonces, por carácter hereditario del carácter, habrá sido un porro ajeno o el humor negro de mi corazón. Acá hace un calor de infierno así que tal vez todo esto fue un delirio de dolor.

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